Literatura y Música: El despertar a la vida en el poema sinfónico "Esperanza Eterna" de David Hurtado Torres.

Literatura y Música: El despertar a la Vida en el poema sinfónico ‘Esperanza Eterna’ de David Hurtado Torres.

Cuando la luna alumbró en los cielos, el ruiseñor voló hacia el rosal, y apoyó su pecho sobre la mayor de las espinas. Toda la noche estuvo cantando con el pecho contra la espina, y la luna fría se inclinó para escuchar. Toda la noche estuvo cantando así apoyado, y la espina se hundía más y más en su carne y la sangre de su vida se derramaba en el rosal[i]

  Como se aprecia en este fragmento del cuento de Wilde ‘El ruiseñor y la rosa’, el ave acepta morir mientras canta atravesado por una espina. Solo así conseguirá convertirse en la rosa roja que un estudiante entregará como ofrenda a una dama caprichosa. Ésta cambiará la rosa por joyas y el ruiseñor, transformado en la flor, terminará abandonado en el suelo mientras el estudiante regresa a sus libros con el orgullo herido por el desdén de la dama.

Wilde, a través de este magnífico cuento, plasma dos mundos irreconciliables y opuestos:

  En uno de ellos nos encontramos ante la figura del artista, el ruiseñor/rosa, que anhela conocer y vivir  el Amor. Por eso decide entregar su  vida de manera desinteresada al estudiante del cuento, pese a que éste, escéptico, dude de sus intenciones.

-El ruiseñor- se decía paseándose  por la alameda-, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente lo que canta? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas, todo estilo sin nada de sinceridad. Jamás se sacrificaría por alguien. Piensa solamente en la música y ya se sabe que el arte es egoísta. Sin embargo, debo reconocer que su voz da notas muy bellas. ¡Lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico.”

  Pero al final del cuento, la vida se abre paso para demostrarnos que las apariencias pueden resultar engañosas. El canto del ruiseñor no solo alcanza la más alta cota de belleza, sino que simboliza un sacrificio por amor que conduce a la muerte.  

  En el otro mundo paralelo que Wilde nos plasma en su la historia solo hay cabida para el lujo, la mediocridad y la lógica. El arte y la belleza son simplemente herramientas con las que alcanzar un objetivo práctico. La rosa se convierte en el medio a través del cual el estudiante pretende alcanzar su premio: la aceptación de la dama y su ascenso en la sociedad. Pero su objetivo  se trunca cuando ella desprecia la rosa y elige las joyas.

  La perversa moraleja trazada con una sutil e hiriente ironía evidencia la crítica que Wilde realiza a la sociedad del momento, por ser incapaz de valorar el arte, de la misma manera que es incapaz de apreciar el significado de la palabra ‘amor’. Con esta texto, además, se abre un nuevo debate sobre la necesidad de la creación y los motivos que empujan al artista a componer su obra.

Cuando escuché  Esperanza Eterna, del compositor sevillano David Hurtado Torres, escuché el canto del ruiseñor antes de transformarse en rosa. Incluso sentí la necesidad de acariciar con los dedos aquel rayo de luna  con olor a jazmín que se colaba entre las rendijas de mi ventana. En ese instante, viví  la magia de la sinestesia.

  Esperanza Eterna  es un poema sinfónico que  se estrenó en 2012 para conmemorar la reposición al culto, tras 75 años, de la imagen de la  Esperanza Macarena de Sevilla en la Iglesia de la Anunciación. La obra es, ante todo, una invitación a desafiar la muerte; a atrapar  ese rayo de luz que mencionaba antes; a invertir los parámetros de la razón y a deshacer los clichés del  pensamiento humano. Se trata de una apuesta, contra toda lógica, en la que vence la fe en la vida a través del acto de la creación. Por tanto, se invierte el final del cuento de Wilde y, con Esperanza Eterna, asistimos al momento en el que la rosa resucita.

  Desde el comienzo, la obra del compositor sevillano nos muestra  la progresión del ser humano hacia la muerte. El camino  nos conduce, mediante la reiteración de un tema trazado por el autor en el que abundan las interrogaciones retóricas, hacia el Infierno de Dante. Además, la elección de una estructura ternaria, al igual que en la Divina Comedia, tampoco resulta casual. Es necesaria la existencia de un intervalo entre el proceso que nos guiará desde el Infierno hasta el Paraíso. En la primera parte de  la obra de David Hurtado Torres, la bajada al Infierno de Dante no puede resultar más esclarecedora:

Por mí se va a la ciudad doliente;

 por mí se va al eternal tormento,

 por mí se va tras la maldita gente.

           (…)

Y Yo: “Maestro, ¿qué aguijón punzante

les hace rebramar queja tan fuerte?”

Y él respondió: “Te lo diré al instante.

 

No tienen ni esperanza de la muerte,

y es su ciega existencia tan escasa,

que envidian de otros réprobos la suerte.”[ii]

 

 Por otra parte, en el inicio de Esperanza Eterna, también están presentes las reminiscencias al famoso tópico del UBI SUNT que Jorge Manrique supo recrear de forma inigualable en  Coplas a la muerte de su padre.

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

 de amadores?

 ¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

 que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?[iii]

 De igual manera, el paralelismo  con el magistral cuento de Óscar Wilde, al que aludía  anteriormente, se hace evidente en esta primera parte del poema sinfónico.

Y el Ruiseñor se apretó más y más contra la espina, y más y más creció su canto porque ahora cantaba el nacimiento de una pasión en el alma de un joven y una virgen. (…)

Y el Ruiseñor se apretó más aún contra la espina, y la espina al fin le alcanzó el corazón. Un terrible dolor lo traspasó. Más y más amargo era el dolor y más y más impetuosa se hacía su canción, porque ahora cantaba el Amor sublimado por la muerte, el Amor que no puede aprisionar la tumba. (…)[iv]

En el inicio de Esperanza Eterna está presente la belleza del recuerdo, la añoranza del pasado, el reproche, el cántico exacerbado a la vida y, por supuesto, la angustia y la  desesperación que canta un final inminente trazado a través del Amor.  Pero también encontramos una llamada a la nostalgia, a la necesidad del ser humano por aferrarse a un pasado exultante invadido por motivos bellísimos que ahogan la voz hasta concluir en un estallido desgarrado, exasperante. El autor nos convierte en  partícipes de la lucha del ser humano contra sí mismo, en un debate entre la resignación heroica y la angustiosa necesidad de morir.  La muerte aparece a través de la  gradación descendente, preámbulo de un silencio que puede interpretarse  como sepulcral y que pone fin a esta primera parte.

Entonces tuvo una última explosión de música. Al oírla la luna blanca se olvidó del alba y se demoró en el horizonte. Al oírla la rosa roja tembló de éxtasis y abrió sus pétalos al frescor de la mañana. El eco llevó la canción a la caverna de las montañas, y despertó a los pastores dormidos. Luego navegó hasta los juncos del río que llevaron su mensaje hasta el mar.[v]

El segundo fragmento de Esperanza eterna irrumpe  con la llegada de elementos que evocan la confluencia de los dos mundos que habitan de manera simultánea en el pasaje: Vida y Muerte. Las campanas inician el duelo, pero la metáfora del canto de los pájaros se funde con las campanas y con el coro. La importancia de la voz juega un papel decisivo en esta segunda parte. Mientras escuchamos las voces del coro, vemos el pozo blanco al que aludía Juan Ramón Jiménez en El viaje definitivo: “Y yo me iré/ y se quedarán los pájaros cantando”. Además, el carácter angelical de las voces nos recuerda el fragmento bíblico de la Anunciación: ‘El Nacimiento’.

En la tercera parte, con  el acompañamiento instrumental, la obra nos transporta a una etapa de plenitud. Es mediante el ascenso musical, cuando alcanzamos el clímax vital. Hay una clara similitud con la sinfonía Fausto de Liszt, inspirada en la obra literaria de Goethe.

La paradoja de este poema sinfónico de David Hurtado reside en que la muerte se torna vida en el instante mismo en el que se había perdido cualquier  atisbo de Esperanza. Y la Esperanza se transforma en belleza absoluta igual que el Ruiseñor de Wilde, en el deseo de amar, en la necesidad de alcanzar un conocimiento auténtico que solo poseen las almas nobles.  

Miguel Ángel Aragó Montañana se hace eco de las palabras del propio autor para definir la intención de la  obra afirmando que constituye el “triunfo de la Esperanza sobre cualquier sombra, oscuridad o pena”. Además, el compositor sevillano subraya: “Para mí, la esencia de Esperanza Eterna es describir el paso de la oscuridad a la luz”. Al escuchar este poema sinfónico  descubrimos un himno  que apuesta por el triunfo de la vida,  la resurrección del Amor y la inmortalidad del Arte. Nuestro autor ha logrado, a través del contraste y la  fusión de los opuestos con reminiscencias lorquianas, dotar a su obra de la capacidad para conectar con la sensibilidad de cualquier ser humano. David Hurtado consigue convencer al receptor de que la inmortalidad es un hecho aún más tangible que la propia muerte. Esperanza Eterna se define, por tanto, con un carácter total y, en definitiva, universal.

 

Ángela María Ramos Nieto. Profesora de Lengua castellana y Literatura.

 

 

 

 

 



[i] Óscar Wilde: El Ruiseñor y la Rosa.

[ii] Dante Alighieri: La Divina Comedia. Traducción de Bartolomé Mitre; Buenos Aires, Félix Lajoune Editor;1891.

[iii]  Jorge Manrique: Coplas a la muerte de su padre.

[iv]  Óscar Wilde: El Ruiseñor y la Rosa.

[v] Ibídem.